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Cómo fortalecer tu espíritu emprendedor

La palabra “idea” proviene del griego eidós que significa “yo vi” y hace referencia a una imagen que se genera en la mente. Y exactamente así es el comienzo de todas las ideas: nuestro sistema creativo combina dos o más situaciones, datos, emociones, personas u objetos y tenemos una idea. ¡Y cuando se trata de una buena idea realmente podemos “verla”! No solo nos imaginamos cómo sería esa idea en el mundo de lo físico, sino que también nos visualizamos a nosotros mismos realizándola.

“¿Vamos a tomar un café?”, nos dice un buen amigo e inmediatamente la mente nos hace imaginar el lugar, el momento, la emoción de tomar un café con él. Y si la imagen te parece atractiva, respondes con un “¡vamos!”. Todas las ideas comienzan en el imaginario mundo de lo no físico, el mundo de aquello que no se puede ver ni tocar con las manos, y la principal destreza que tenemos todos los seres humanos es la de realizar (hacer “real”) aquello que forma parte de ese mundo.

Cuando uno se enamora de una idea (y se compromete con ella) comienza una etapa a la que hoy llamamos “emprender”; palabra muy interesante de estudiar. En su definición original en el «Diccionario de Autoridades» de 1732 se la definía como «La persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua”, lo cual es una definición muy válida y vigente. Pero hay algunos otros diccionarios que la relacionan con el verbo «prender» que significa «encender una llama o fuego». Y esta definición no es menor, ya que emprender es también encender una llama sobre el fuego creativo. Una llama que cuanto más se alimenta, más se aviva y más alumbra… ¿esta analogía no te recuerda a algo más?

Sí, se llama «pasión». Y es muy importante que comprendas esto: para emprender hay que tener pasión (o motivación, si lo quieres menos romántico) por lo que quieras emprender. Sea cual fuera el emprendimiento que hayas decidido asumir, tienes que asegurarte que está alimentado por la llama de tu pasión. Tienes que tener tus motivaciones a flor de piel. Eso significa que hay algo en la idea o en el emprendimiento en sí mismo con lo que te puedes sentir íntimamente identificado y te representa. Algo que te atrae, te moviliza. Algo que de sentido a la inmensa cantidad de esfuerzo y energía que vas a poner para que esa idea se haga realidad a través del ejercicio de emprender. ¿Y por que es muy importante esto? Porque si te involucras con un emprendimiento si tener en claro cuáles son tus motivaciones será muy difícil que le encuentres un propósito a tus esfuerzos. Y cuándo vengan las tardes difíciles, los obstáculos, las situaciones «ásperas»… es probable que termines abandonando.

Abandonamos porque en el fondo empezamos a perder el sentido respecto a lo que hacemos. Cuando el sentido está presente estamos más dispuestos a afrontar «lo que venga» y generalmente lo hacemos utilizando la fuerza del fuego de nuestra pasión para avanzar, para superar los obstáculos y superarnos. Por eso, si quieres que tu emprendimiento sobreviva, asegúrate primero de identificar que parte de él proviene de una parte «muy tuya».

Entonces pones manos a la obra. Y trabajas, te esfuerzas, superas obstáculos, vas moldeando tu idea no solo con la versión que tenías de ella en tu imaginario sino también con lo que la realidad te responde respecto a ella. El proceso de emprender la realización de una idea es un «tire y afloje» constante entre lo que imaginas y lo que realmente sucede. Y en ese tire y afloje uno debe tener la agilidad intelectual y emocional para sintonizar con el proceso y avanzar a pesar de los obstáculos.

Así se fortalece el espíritu emprendedor.

Cinco consejos para alimentar y desarrollar tu espíritu emprendedor

  1. Escribe un manifiesto. Una declaración de tus motivaciones, tus ideas y tus pasiones respecto al emprendimiento que quieras llevar adelante. ¡Imprímelo, tenlo presente y compártelo si así lo sientes!
  2. Si eres parte de un emprendimiento compuesto por varias personas, un buen ejercicio semanal consiste identificar y hablar sobre que parte de cada uno se puede identificar en el trabajo realizado durante esos días. «Aquí puse mi entusiasmo», «este informe tiene algo de mi frutración», «aquí veo mis expectativas». Esto da la posibilidad a cada uno de los miembros de reflexionar hacia adentro, identificar sus emociones, sus motivaciones y compartirlas.
  3. Si tu emprendimiento fuera un cuento o una historia, ¿cómo sería su desenlace? Reflexiona al respecto. ¿Te animas a escribir el relato? ¡Inténtalo!
  4. El aprendizaje permanente alimenta el espíritu emprendedor. En todo emprendimiento siempre hay algo por aprender, por más que domines la temática. Identifica dónde está la innovación, búscala, realiza cursos, asiste a conferencias, lee libros y relaciónate con otros emprendedores.
  5. La vida del emprendedor puede ser muy frenética. Ejercita el silencio. Planea encuentros con tu yo emprendedor. Pregúntale cómo se siente – de verdad -, qué necesita, qué lo frustra, qué le da miedo y qué lo entusiasma. Son estas preguntas, las más simples pero las más poderosas, las que representan el mejor alimento para tu espíritu emprendedor.

“Cuando todo parece ir en contra de usted, recuerde que el avión despega en contra del viento, no con él.”

— Henry Ford.

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